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El hilito que enloqueció a mamá: crónica de una guerra de cejas al alba

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Eran casi las seis de la mañana, la casa estaba en completo silencio, y yo dormía como una reina exhausta después de una noche loca. Mi mamá ya sospechaba algo. Desde hacía días notaba que yo evitaba que me viera de cerca. Caminaba con la cabeza gacha, el cabello estratégicamente peinado hacia adelante, como si el flequillo pudiera esconder lo evidente: mis cejas, que eran dos obras de arte, un hilito perfecto mejor que las de Thalía. ajajajajaja Pero mi Madre, ay mi madreee!!! como toda madre con sexto sentido, y más aún una mamá cuca como la mía, ya sospechaba algo y como buena madre cuca, de esas que no duermen con la duda decidió lanzarse ni bien el reloj marcó las 06:00 am con un solo objetivo: mis cejas. Se metió a mi cuarto sigilosamente como una sombra silenciosa digna del mejor ladrón de la ciudad. Yo dormía plácidamente, ajena al operativo que estaba por desatarse, y cuando me vio ahí dormido sin poder defenderme, con mis cejas delgadas brillando bajo la luz del amanecer De p...

Las huellas de un padre en penumbra

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Era una mañana de verano en Lima cuando mi padre me dijo que lo acompañara a visitar a un cliente en Ate Vitarte. El calor era sofocante, típico de la ciudad en esa época del año, y el tráfico avanzaba con la lentitud habitual. Yo tenía apenas quince años y me sentía importante por la confianza que mi padre depositaba en mí. «Es importante que aprendas el camino» , me dijo mientras el microbús se abría paso entre las combis y mototaxis. «La próxima vez vendrás solo. » Llegamos al mercado después de un largo viaje. El aire olía a pescado frito y a tierra mojada. Mi padre caminaba unos pasos delante de mí, su camisa blanca arremangada hasta los codos, mientras yo, con mis quince años recién cumplidos, intentaba imitar su paso firme. Ate Vitarte no era un lugar para turistas: las calles se enredaban como venas oscuras, los puestos de fruta se apiñaban contra las paredes agrietadas, y las miradas de los vendedores nos seguían como sombras. «Tienes que aprender a manejar esto solo», me ha...